Conocemos realmente a nuestro caballo? Y si es así, le escuchamos?. Es decir, conocemos el carácter de nuestro caballo?, las características de su raza?, el momento en el que se encuentra, competición, inicio, descanso…?, sus aptitudes para una u otra disciplina? Seguramente es sólo cuestión de pararse a pensar y analizar la importancia que tiene todo esto para obtener la máxima colaboración y entrega de nuestro caballo tanto en el trabajo diario como en los resultados a largo plazo.

Seguramente tenemos en cuenta todas estas preguntas en momentos puntuales. Cuando estamos cerca de una competición, cuando ha venido del prado, cuando es un potro… Pero no lo tenemos en cuenta en el trabajo cotidiano. Se suele empezar a trabajar al caballo sin escucharlo.Sin empezar por analizar cómo se encuentra, si le duele algo, si está estresado o cansado etc. De hecho cuantas veces hemos oído hablar de un caballo que iba muy mal con un jinete determinado y que cuando cambió de manos no parecía el mismo caballo, había dado un cambio espectacular. Casualidad o es que es un jinete que no es “sordo de culo” y que sabe escuchar a su caballo y lo entiende en cada momento. Probablemente es un jinete que no se calienta cuando no consigue lo que quiere, que analiza, que piensa que puede estar fallando algo, su técnica, el método utilizado o simplemente que su caballo no tiene una aptitud buena para la doma y que empeñarse en hacer apoyos cuando tiene una espalda rígida como una tabla pues es muy complicado. Por tanto lo ideal será trabajar muy despacio, con muchísima paciencia y exigiendo lo que el animal le puede dar cada día y no más allá. No lo que él haya marcado como objetivo.El jinete y el trabajo y/o ejercicio deben adecuarse al caballo y no al revés. Pero a lo que íbamos, si “escucháramos” más a nuestro caballo lo entenderíamos mejor. Sabríamos que es, cuando y como debería ser lo que le podemos pedir y lo que es mejor avanzaríamos mucho más deprisa. Hay una frase que dijo alguien… “ Ir despacio es ir deprisa” Una verdad como un templo. Si tenemos en cuenta como se encuentra nuestro caballo (escuchándole y percibiendo su estado) podremos entenderle mejor, sabremos porque le cuesta hacer el ejercicio, analizando si tiene capacidad física y/o técnica suficiente para hacerlo correctamente, o si siente alguna molestia que le impida desarrollar el ejercicio requerido o es que está cansado por un sobre esfuerzo de días atrás.

Nosotros los jinetes tampoco todos los días estamos al 100%  ¿porque los caballos deberían de ser de otra manera? . Son seres vivos igual que nosotros. Sienten y padecen, irradian alegría o tristeza, enfado o entusiasmo. Sólo es cuestión de observar y escuchar. Destinar diariamente unos minutos a comunicarnos con nuestro caballo antes de empezar, de manera que sepamos que tipo de trabajo hacer, en base a su estado anímico y físico actual. Esto junto con un análisis más profundo de sus aptitudes nos ayudará a obtener además de un buen binomio, el máximo rendimiento de nuestro caballo.

 

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25 diciembre 2013 — Patricia Rauch